En estos momentos de aumento de la conciencia por los efectos del cambio climático en nuestro planeta, tras la reciente celebración de la COP25 en Madrid, se oye con mayor frecuencia la necesidad de cambiar de hábitos por parte de la ciudadanía. En especial la ONU habla del necesario cambio de dieta y uso de la tierra para conseguir atenuar el cambio climático, de la urgencia por volver a dietas equilibradas con más alimentos vegetales y menor consumo de carne.

Lógicamente todo este cambio pasa por reeducarnos en una cultura gastronómica que ha venido perdiendo señas de identidad, donde la famosa dieta mediterránea -considerada como patrimonio de la humanidad por la UNESCO- está perdiendo el protagonismo que tenía en nuestro país. A pesar de la mayor diversidad y disponibilidad de alimentos y el aumento de renta, los cambios en la alimentación vienen generados por el cambio de los modos de vida y el aumento de los productos elaborados.

Aunque en los pueblos la dieta históricamente era mucho menos variada, hoy dado el acceso a productos frescos y en especial en aquellos municipios que apuesten por la producción agroecológica puede que se llegue a comer mejor que en las ciudades.  Pero para ello es preciso “reinventar el pasado alimentario”, dinamizar el conocimiento nutricional asociado a las variedades autóctonas, diseñar menús de temporada e innovar en la preparación de nuevas recetas que aprovechen los “productos del pueblo”, además de garantizar el suministro de productos locales (en precios justos y accesibles). Sin duda este cambio supondrá la reducción del impacto en la emisión de Gases de Efecto Invernadero y la reducción de la superficie dedicada al cultivo y tendremos que empezar a entender lo que comemos y leer el anverso de nuestros platos como si fuesen etiquetas como proponen en el informe de Solagro “Le revers de Notre Assiette”

Pero, aunque este cambio social está por llegar e irá produciéndose, no puede sino verse activado por la implicación clara y decidida de las administraciones y el tejido empresarial. En estos momentos, parece claro que la Unión Europea quiere asumir ese liderazgo con el lanzamiento “European Green Deal” (el Pacto Verde Europeo ) para convertirse en un continente climáticamente neutro. A la par es preciso que, desde los territorios y especialmente desde la escala local, se articulen medidas que realmente nos lleven a la mitigación y adaptación al cambio climático ya evidentemente presente.

Participando a primeros de diciembre en la COP25, en la Red Terrae hemos confluido con un numeroso grupo de actores sensibilizados y comprometidos con estos cambios. Se denota la urgencia por pasar a la acción, concretar medidas que realmente nos pongan en la senda del descenso de emisiones y apuesten por medidas resilientes frente al cambio climático. Así desde Terrae participamos en la coalición #porOtraPAC completamente convencidos del papel estratégico que tiene la Política Agraria Comunitaria como instrumento movilizador del conjunto del sector primario, pero porque no también de atender a las demandas más claras de los consumidores, como bien se expresan en las prioridades acordadas entre el conjunto de entidades participantes que como comentó José Esquinas Alcázar tendría que empezar a ser la “Política Agroalimentaria Común” que implique a distintos ministerios agricultura, medio ambiente, salud, economía y empleo,… que se constituya en un “comisionario agroecológico”.

También la Red Terrae participó en la COP25 en la presentación del Grupo Operativo AgroecologiCAM del cual la Asociación Intermunicipal es el socio representante junto con IMIDRA, FAO, Universidad Autónoma de Madrid, AUPA y los grupos de acción local de Madrid (GALSINMA, ARACOVE y ADI Sierra Oeste). Como asociación de municipios agroecológicos no podemos dejar de trabajar en el reconocimiento de la agroecología por parte de las instituciones, reglamentos, academia, medios de comunicación y consumidores. La agroecología es algo más que la producción ecológica de alimentos es un enfoque de conocimiento que se plantea como estrategia de cambio de modelo en la producción y consumo de alimentos, que propone la reducción de las distancias kilométricas en el suministro de alimentos y prima el consumo local, que aboga por la reducción de insumos al favorecer los ciclos orgánicos y genera una economía circular, el aprovechamiento de recursos locales.

En los municipios de la Red TERRAE llevamos impulsando iniciativas locales que demuestran que pueden generarse estos cambios, sin duda transcendentes en la “década decisiva” que ahora iniciamos en 2020. No quedan ya muchas excusas para no iniciar una transición agroecológica desde lo local, implicando a la población (productores y consumidores), abordando este cambio de mentalidad y devolviendo una mayor eficiencia y eficacia (energética principalmente) al sistema alimentario. Aprender a recuperar la materia orgánica en los avicomposteros o compostaje comunitario, introducir vegetales en la dieta de manera accesible en los jardines comestibles, apoyar la ganadería extensiva y la trashumancia con rebaños comunitarios y/o municipales, facilitar la compra de productos locales y de temporada en los mercados locales, animar y asesora a nuevos emprendedores agroecológicos, recuperar las variedades tradicionales  y  reconectar a los guardianes de semillas, ofrecer el acceso a las tierras en desuso… son y siguen siendo tareas que nos ocupan a las personas y entidades colaboradoras de los municipios agroecológicos de la Red TERRAE.

En los ultimos días de octubre de 2019 tuvimos la ultima asamblea de la Asociación Red TERRAE, en la que hemos renovado los órganos de gobierno y hemos avanzado en el diseño compartido de esta hoja de ruta. Queremos seguir animando a otros municipios a sumarse a este proyecto de cooperación intermunicipal, actuando por nuestros pueblos y ciudadades y generando oportunidades y respuestas concretas frente a los retos como el cambio climático.